Quería que la imagen del Jesús Misericordioso fuera igual a la imagen
revelada en sus visiones. En el proceso de pintar el cuadro participó
activamente el p. Miguel Sopocko – el fundador de la obra, quien, a
petición del pintor, posó para el cuadro vistiendo un alba. El tiempo
pasado juntos dedicado a pintar fue una oportunidad para una
interpretación más profunda del contenido del cuadro. Las cuestiones
discutibles resolvía el Mismo Señor Jesús (Diario 299; 326; 327; 344).
Muy significativa fue la conversación que mantuvo sor Faustina con
Jesucristo sobre el cuadro pintado:
(…) Cuando estaba en el taller de aquel pintor que pintaba el cuadro, vi
que no era tan bello como es Jesús. Me entristecí mucho por eso, sin
embargo, lo oculté profundamente en mi corazón. (…) la Madre Superiora
se quedó en la ciudad para arreglar algunos asuntos, yo volví sola a
casa. En seguida fui a la capilla y Iloré muchísimo. Le dije al Señor:
¿Quién Te pintará tan bello como Tú eres? De repente oí estas palabras:
No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de
este cuadro, sino en Mi gracia” (Diario, 313). Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor, mi alma estaba llena del temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti confío.
Deseo que esta imagen se venerada en el mundo entero. Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra la victoria sobre los enemigos, y particularmente en la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como a su propia gloria.
Por medio de este cuadro colmaré de gracias las almas.Santa Faustyna Kowalska, Diario, 47.
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